Me las vas a pagar, me las vas a pagar.Eso me dijo Orlando en tribunales cuando el juez dictó sentencia a mi favor declarándome inocente de la autoría del asesinato de su hijo Arturo de 23 años, quien hasta poco antes de morir trabajaba como barman en mi discoteca.
Todo empezó un sábado normal, el fiscal el juicio afirma que yo salía de mi casa para abrir la discoteca como todas las noches; al llegar ya eran las 9 (hora exacta en la que debíamos abrir) entrando a mi negocio –según el fiscal- me di con la sorpresa de encontrar a Arturo dentro del lugar, quien se encontraba bastante bebido con varios sujetos a quienes yo no conocía.
Según vecinos de la zona quienes dicen haber presenciado el hecho y atestiguaron en el juicio, la escena era aterradora. Arturo a parte de bebido estaba armado y cuatro amigos suyos lo acompañaban para un presunto asalto al local.
-Dame toda la plata antes de que…- dijo Arturo.
Entonces yo saqué mi arma y abrí fuego contra él, quien murió instantáneamente.
Un año después, habiéndose corrido todos los tramites por la muerte de Arturo, luego de que yo le tuve que pagar una indemnización a Orlando muy aparte de que el juez dictó que el disparo fue en defensa propia, con el agravante de que Arturo se encontraba en local ajeno sin permiso de los propietarios, fue Orlando quien me abordó de camino a la discoteca.
-¿Qué tal Julián, cómo estás?-
-Orlando. ¿Qué dices? –
-Ahí oye, todo bien-
-Sí. Todo tranquilo-
-Que lástima que yo no pueda decir lo mismo-
En ése momento Orlando saco una pistola que no solamente me intimidó, sino también me hizo recordar una frase: me las vas a pagar, aquella que me dijo al final del juicio.
-Orlando, creí que todo había terminado-
- ¿Estás loco? El dolor por la pérdida de un hijo no termina nunca, como ya te dije hace tiempo; me las vas a pagar-
-Pero ya el pago está hecho, a pesar de que me declararon inocente, te he dado una indemnización-
-El mismo Julián de siempre. Tú solo piensas en plata; yo hablo del pago divino el que mereces.
En sus ojos inmensos se veía un odio igual de grande; Orlando me apuntaba fijamente con su arma y no iba a contentarse hasta verme bajo tierra.
-¿Tienes una última voluntad? Ya que no pude cumplir la de mi hijo voy a cumplir la tuya-
-¿Cuál última voluntad? ¡Cálmate Orlando! Yo entiendo que estés así. Pero ponte en mi lugar; era tu hijo borracho o yo-
-No lo llames así-
En ése momento Orlando disparó, aunque suene a cliché vi toda mi vida pasar por mis ojos, era una película lenta ya conocida por mí. Sentía miedo, pavor; aún no quería morir pues solo tenia 36 años, la bala tenía un transcurso rápido hacia mi cuerpo pero yo sentía ése transcurso lento, muy lento.
En el preciso momento en el que la bala llegaba a mi cuerpo; desperté del coma que me tenía postrado en una cama del hospital central hace un año o quizás más tiempo.
Todo había sido un sueño.






